Cap.- 4 Literatura del judaísmo helenístico
La traducción de la Biblia al griego se hizo necesaria para la vida religiosa de la comunidad en el judaísmo de la diáspora. La Biblia de los LXX, documento fundamental de judaísmo helenístico, es también expresión del encuentro de ambas culturas e, indirectamente, vehículo de proselitismo judío en el mundo pagano. La Carta de Aristeas es el primero de los intentos de conferir un carácter sagrado a la versión. La traducción de los LXX, de diversos traductores y períodos, subraya la fe monoteísta y la trascendencia divina; pero también un concepto de la religión como observancia legal. El judaísmo posterior se distanció de esta traducción porque 1) no encajaba con el estrechamiento de sus criterios bíblicos y 2) por el uso que hacían de ella los cristianos.
Judíos de lengua y cultura griega trataron de utilizar propagandísticamente las formas literarias griegas para temas de su fe religiosa. En muchos casos sólo nos han llegado fragmentos de estos autores. Es lo ocurrido con varios historiadores (Demetrio, Artapano, Eupolemo), aunque algunas de sus obras pudieron servir de fuente a otras conocidas, como los libros de Jasón de Cirene para 2 Mac. Hubo también épicos, dramaturgos (Ezequiel), novelistas (José y Aseneth) y filósofos: como Aristóbulo y los autores de 4 Mac y Sab.
Filón de Alejandría, devoto judío y filósofo helenista, encuentra en la verdad revelada la verdad de la filosofía entendida como conversión a la vida del espíritu. Afirma la existencia de un doble contenido en la Escritura. Lo captado por el sentido literal y lo descubierto por la alegoría. El mundo bíblico se comunica en dos niveles: el del mundo material y el del espiritual. En su exégesis y mediante la alegoría se mueve en el ámbito del eclecticismo propio del Platonismo Medio, de orientación religiosa mística y con ética estoica. Escribe muchos tratados centrados en secciones de Gen 1_17. Hace de los personajes bíblicos modelos de virtudes en el proceso de apartamiento de lo sensorial que culmina en la unión con Dios. Ha sido precedente y maestro de un sector destacado de la tradición alegórica cristiana, que, sin embargo, le sobrepasa al tener como clave de interpretación el acontecimiento de Cristo. Esto es particularmente claro en la explicación tipológica que relaciona el A.T. y el N.T. como prefiguración y cumplimiento.
Flavio Josefo, sacerdote aristócrata; luego fariseo, actor y testigo de la guerra judía, defendió en sus obras históricas la nación judía a la par que promovía la colaboración con Roma. Se pone al servicio de la propaganda de los Flavios en el De Bello Iudaico, en que culpa de la catástrofe a los zelotes. Destaca más su defensa del judaísmo en Antiquitates Iudaicae, descripción de la historia israelita y judía con ampliaciones sobre el A.T. Su Vita es una apología personal y el Contra Apionem un salir al paso del antijudaísmo de intelectuales paganos. Fue silenciado por el judaísmo rabínico, pero muy estimado por la posteridad cristiana. Pese a sus fallos como historiador, por acomodaciones propagandísticas y tendenciosidad, es nuestra fuente principal y, a veces, única para algunos períodos del judaísmo antiguo. Es la primera fuente no cristiana sobre el Bautista, Santiago de Jerusalén y Jesús; si bien esta última y breve reseña (testimonium flavianum) nos ha llegado interpolada.
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