Cap.- 9 Fariseos, saduceos, sicarios y zelotes
Los saduceos mantenían que sólo era vinculante la Ley escrita y no atribuían ninguna autoridad intrínseca a su propia tradición interpretativa. No admitían las nuevas doctrinas, como la de la retribución en la vida venidera, ni la resurrección corporal, y afirmaban radicalmente el libre albedrío humano. Eran aristócratas, sacerdotales y laicos, que por su riqueza y cargos mantenían una posición influyente. Muy atentos a sus intereses políticos, ofrecían su colaboración a la autoridad dominante. Con el hundimiento de la autonomía nacional judía y el fin de las funciones sacerdotales, desaparecieron de la escena histórica.
Sicarios y Zelotes eran fanáticos de la libertad política del pueblo judío a partir de la convicción de que su Señor exclusivo era Dios. El objetivo de los sicarios, a partir del a. 6 en Galilea, fue incitar a los judíos a rebelarse contra Roma, mediante el terrorismo político y ocasionalmente guerrillas. Lograron hacer estallar la guerra el 66 y durante al asedio de Jerusalén se dividieron en facciones que se enfrentaron violentamente. Los zelotes no destacan como partido compacto en Jerusalén hasta el mismo estallido de la guerra y fueron desplazados pronto por los sicarios. Jesús quedaba más próximo a los ideales de pureza y santidad y a las doctrinas de los fariseos que a las de otros grupos del judaísmo de su tiempo. Esta misma proximidad explica tanto los frecuentes contactos como las crecientes confrontaciones sobre cuestiones haláquicas y sobre la actitud religiosa fundamental. La controversia se agudiza en las comunidades cristianas primitivas. Sobre todo desde que el judaísmo rabínico, heredero del fariseísmo, pasa a ser el representante casi exclusivo de un judaísmo que rechaza al cristianismo.
Los saduceos, como clase dirigente, exponentes del poder religioso_político instalado, aparecen implícitamente como los principales adversarios de Jesús en Jerusalén y responsables más directos de la condena que lleva a ejecución la autoridad romana. Mientras controlan el poder en Jerusalén, lo utilizan ocasionalmente para tratar de frenar el afianzamiento y avance de la primera comunidad y recurren a la mayor violencia para librarse de su presidente Santiago, el hermano del Señor.
La ideología teocrática del movimiento zelote, que anima revueltas previas a la formación del partido ya en plena guerra judía, pudo influir en las masas que se adhirieron a Jesús y luego se despegaron de él al constatar que no iba a ser el redentor político y liberador nacional. De ello se sirvieron los enemigos de Jesús para acusarle ante la autoridad romana de mesianismo revolucionario. Los judeocristianos, pronto sujetos a persecusiones intermitentes de sus compaisanos, no aparecen nunca asociados a los intentos de forzar la instauración del Reino de Dios mediante la violencia u otros recursos políticos.
Como otros judíos no violentos, los cristianos dejaron Jerusalén a tiempo para liberarse de la catástrofe.
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