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viernes, 10 de diciembre de 2010

Fariseos, saduceos, sicarios y zelotes

Cap.- 9 Fariseos, saduceos, sicarios y zelotes 


Los fariseos, interesados por la observancia legal estricta, buscaban sacralizar  la vida cotidiana mediante las regulaciones de pureza ritual. Suele derivarse su nombre de su afán por separarse de toda impureza, que acarreaba una separación aún dentro del mismo pueblo judío; pero puede que proceda de su detallismo en la observación puntillosa de la Ley. Se retrotraen a un sector de los hasideos; pero no entran en escena hasta el tiempo de los Hasmoneos, contra quienes mantuvieron largos períodos de oposición. Fueron beligerantes contra Alejandro Janneo y después contaron con el apoyo de la reina Alejandra. Llegaron a ser los líderes espirituales más apreciados por el pueblo. Cuando se vieron envueltos por la guerra judía, trataron de organizarla. Tras la catástrofe del 70, quedaron como la fuerza dominante en la comunidad religiosa judía. Consideraban vinculante tanto la Torá escrita como la oral, en cuanto interpretación correcta y continuación legítima de la primera. Enseñaban la doctrina de la retribución en el más allá y por ello la resurrección de los muertos. Tenían en cuenta la omnipotencia y providencia divina; pero sin negar la libertad y responsabilidad humana. Fueron indiferentes en política, salvo cuando consideraron que corría peligro la libre observancia de la Torá.
            Los saduceos mantenían que sólo era vinculante la Ley escrita y no atribuían ninguna autoridad intrínseca a su propia tradición interpretativa. No admitían las nuevas doctrinas, como la de la retribución en la vida venidera, ni la resurrección corporal, y afirmaban radicalmente el libre albedrío humano. Eran aristócratas, sacerdotales y laicos, que por su riqueza y cargos mantenían una posición influyente. Muy atentos a sus intereses políticos, ofrecían su colaboración a la autoridad dominante. Con el hundimiento de la autonomía nacional judía y el fin de las funciones sacerdotales, desaparecieron de la escena histórica.
            Sicarios y Zelotes eran fanáticos de la libertad política del pueblo judío a partir de la convicción de que su Señor exclusivo era Dios. El objetivo de los sicarios, a partir del a. 6 en Galilea, fue incitar a los judíos a rebelarse contra Roma, mediante el terrorismo político y ocasionalmente guerrillas. Lograron hacer estallar la guerra el 66 y durante al asedio de Jerusalén se dividieron en facciones que se enfrentaron violentamente. Los zelotes no destacan como partido compacto en Jerusalén hasta el mismo estallido de la guerra y fueron desplazados pronto por los sicarios. Jesús quedaba más próximo a los ideales de pureza y santidad y a las doctrinas de los fariseos que a las de otros grupos del judaísmo de su tiempo. Esta misma proximidad explica tanto los frecuentes contactos como las crecientes confrontaciones sobre cuestiones haláquicas y sobre la actitud religiosa fundamental. La controversia se agudiza en las comunidades cristianas primitivas. Sobre todo desde que el judaísmo rabínico, heredero del fariseísmo, pasa a ser el representante casi exclusivo de un judaísmo que rechaza al cristianismo.
            Los saduceos, como clase dirigente, exponentes del poder religioso_político instalado, aparecen implícitamente como los principales adversarios de Jesús en Jerusalén y responsables más directos de la condena que lleva a ejecución la  autoridad romana. Mientras controlan el poder en Jerusalén, lo utilizan ocasionalmente para tratar de frenar el afianzamiento y avance de la primera comunidad y recurren a la mayor violencia para librarse de su presidente Santiago, el hermano del Señor.
            La ideología teocrática del movimiento zelote, que anima revueltas previas a la formación del partido ya en plena guerra judía, pudo influir en las masas que se adhirieron a Jesús y luego se despegaron de él al constatar que no iba a ser el redentor político y liberador nacional. De ello se sirvieron los enemigos de Jesús para acusarle ante la autoridad romana de mesianismo revolucionario. Los judeocristianos, pronto sujetos a persecusiones intermitentes de sus compaisanos, no aparecen nunca asociados a los intentos de forzar la instauración del Reino de Dios mediante la violencia u otros recursos políticos.
            Como otros judíos no violentos, los cristianos dejaron Jerusalén a tiempo para liberarse de la catástrofe.

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