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domingo, 12 de diciembre de 2010

Los esenios y Qumrán

Cap.- 10 Los esenios y Qumrán 


 Los esenios, comparables a una congregación religiosa, parece que tuvieron un centro monástico en Qumrán y casas en otras partes. La secta estaba estrictamente organizada, bajo un liderazgo sacerdotal, con rígidas reglas de admisión, bienes compartidos, comidas y otros ritos comunitarios. Les marcaba una fe absoluta en la Providencia, el concienzudo estudio de las Escrituras, una halaká muy rigurosa y esperanzas escatológicas. Los orígenes del movimiento esenios siguen siendo discutidos. Está claro que sus raíces se encuentran en la tradición apocalíptica. Estaba ya en marcha cuando entra en escena un Maestro de Justicia, en conflicto con el hasmoneo Jonatán, cuando éste asumió el sumo sacerdocio, o con su sucesor Juan Hircano I; conflicto prolongado con los sucesivos Hasmoneos. La razón principal de la ruptura con el judaísmo oficial del tiempo de los Hasmoneos y luego dentro del mismo movimiento esenio, que llevó a la instalación de un grupo sectario en Qumrán, quedaría en la contraposición por cuestiones haláquicas, particularmente sobre el calendario festivo y el culto. Hay quienes piensan que esta tradición haláquica divergente provenía de judíos antes instalados en Babilonia. Documentos como CD y 1QS reflejan fases diferentes en la historia de la secta que conocemos por su instalación en Qumrán.
            La secta desaparece de la escena histórica después de la destrucción de Qumrán el 68. Los Terapeutas, descritos por Filón, pueden haber constituido otra rama, más contemplativa, del movimiento esenio.
            Los manuscritos de Qumrán, aparte de los bíblicos que reflejan un texto corriente en el judaísmo palestino entre los ss. III y II a.C., proceden de la tradición apocalíptica, del movimiento esenio o de la propia comunidad. Muchos son «reescrituras» de relatos bíblicos (1QapGen). Entre los más típicos de los sectarios están CD, 1QS, 1QH y 1QM y los comentarios bíblicos, conocidos como pesharim, como 1QpHab. CD y 1QS contienen reglas comunitarias; la primera corresponde acaso al movimiento esenio y la segunda a los instalados en Qumrán. El eje de la vida de los sectarios tenía un doble polo: la observancia estricta de la Torá según su propia halaká (CD y 11QTemplo) y una fuerte tensión escatológica (1QM y 1QSa). Fundamentaban ambos sobre una tradición peculiar de exégesis carismática de la Escritura, iniciada por el Maestro de justicia. En su actualización del mensaje profético, donde encuentran la clave de su propia situación, se mueven en el ámbito del apocalipticismo.
            Las doctrinas de los documentos sectarios llevan la impronta de un dualismo cósmico, ético y escatológico, fuertemente encajado en la fe monoteísta por un sistema de predestinación estricta. La predestinación vale tanto para la historia humana en general como para la biografía personal. Sólo un conocimiento revelado capacita la comprensión del proceso preordenado de la historia y el descubrirse del lado de los elegidos. Los sectarios viven tensos entre el cumplimiento estricto de la Torá por la observancia de sus propias normas haláquicas y la espera escatológica del fin, profetizado y destinado a realizarse en la propia comunidad.
            Entre Jesús y los cristianos y el movimiento esenio, concretamente los sectarios de Qumrán, quedan semejanzas debidas al mismo trasfondo de tradición bíblica y pietismo judío y al encuadre en la corriente apocalíptica del judaísmo antiguo. Por eso las semejanzas se encuentran sobre todo en fraseología y en el dualismo ético y escatológico y, más bien, en una segunda o tercera generación cristiana. Hay también profundas diferencias que se resumen en el contraste entre la actitud conversionista y el sectarismo introversionista, entre el universalismo de la misión cristiana y el particularismo exclusivista. La comunidad de Qumrán se funda en la interpretación de la verdad revelada por la Ley y los Profetas. La comunidad cristiana nace de la fe en la persona y misión de Jesucristo, la palabra definitiva de Dios, por su encarnación, y cumplimiento del acontecimiento salvífico profetizado, por su misión redentora.

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